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miércoles, abril 27, 2011

La Niña; reflexión para un cambio radical

La naturaleza se ha ensañado nuevamente con Colombia y el fenómeno de la niña solo dio unos meses de tregua para que creyéramos que habíamos vivido lo peor en materia de inundaciones y derrumbes, pero no es cierto, parece que lo peor está por venir.


Si bien es cierto que el cambio climático al que el hombre ha sometido a la tierra, empieza a cobrar su dividendos con excesos en las condiciones climáticas del planeta, llegó la hora de que tomemos conciencia de la necesidad de cambiar muchos de los hábitos que durante años hemos arrastrado y lo único que hemos logrado es vivir en situaciones calamitosas constantes.

Si bien es cierto que la naturaleza es impredecible y si esta está acompañada de ira divina se vuelve destructiva, inhumana e incontrolable, casos que podemos evidenciar con el reciente terremoto de Haití y ahora con la devastación del Japón; donde el desarrollo, la planeación y la predicción de fenómenos no pudieron detener semejante poder natural, pero es indiscutible que la reacción y la recuperación de Japón ha sido diferente a la de Haití y esto se debe a lo opuesto de sus condiciones.

Pero llegó el momento que los Colombianos pensemos de manera diferente y radical para enfrentar el fenómeno del cambio climático, éste es una realidad de la que no podemos escapar ni solucionar con paños de agua tibia, las soluciones tienen que ser de carácter radical. No podemos seguir pensando que la solución a las inundaciones, los derrumbes y muertes de compatriotas es con colchonetas, frazadas, mercados, kid de aseo o pagarles unos meses de arriendo en sitios inadecuados o construyendo jarillones o diques a los ríos.

Cada año se gastan Billones de pesos en todas esas ayudas que se le brindan a los damnificados; con esa cantidad se pudiese canalizar de manera adecuada los ríos que presentan coyuntura al respecto, reubicar de manera definitiva todos aquellos municipios, pueblos y ciudades que están en zonas de riesgo y propensos a tragedias, no podemos permitir que el apego a lo material prime ante la vida y de esta manera aferrarse a sitios o lugares que no son aptos para vivir.

Es necesario pensar de manera planificada y futurista se necesita construir ciudades planificadas en pleno siglo XXI con infraestructuras adecuadas como transportes, servicios, vías, comunicaciones y construcciones acordes a las normas internacionales, antisísmicas y en terrenos estables que al menos garanticen que los fenómenos naturales que sobrevengan no causen tanta tragedia o que por lo menos se puedan prevenir o minimizar.

No se puede seguir permitiendo que pueblos enteros o veredas estén localizados a 100 o 200 metros de los ríos y mucho menos por debajo de su cota, defendidos solo por un talud o terraplén que no garantiza ninguna seguridad ante la impetuosidad de sus corrientes o aumento en el nivel de las aguas. Tampoco se puede seguir permitiendo que se construyan viviendas en las laderas de los cerros sin ninguna planeación y sin medidas de seguridad alguna, ya que al aumentar el nivel freático estos se vienen abajo como casas de naipes trayendo consigo desolación y muerte.

Es hora que las entidades de gobierno que regulan, controlan y ejecutan todas estas actividades de construcción y desarrollo urbanístico sean manejadas por personas de un perfil técnico y no político como sucede en la mayoría de estas dependencias como los departamentos de Planeación, las Corporaciones Regionales, Curadurías, Comités de Emergencias, y los diferentes Ministerios públicos relacionados con el tema, donde es necesario que hagan valer la autoridad y no permitir asentamientos en sitios inadecuados o aprobar licencias de construcción y Planes de Ordenamiento Territorial para municipios o ciudades a conveniencia de terceros.

Lo complejo para lograr un cambio radical en el manejo de estas situaciones calamitosas es que hay muchos intereses que encarnados en politiqueros corruptos que solo están deseosos que llegue este tipo de eventos para comerciar con el dolor ajeno en favor propio substrayéndose los recursos de las ayudas nacionales e internacionales mediante la contratación fraudulenta de los diferentes rubros que se manejan en estas emergencias con amigotes y familiares. No les conviene que el pueblo deje de ser damnificado por que se convierte en autogestor de su desarrollo, así dejarían de obtener los votos para seguir con el círculo vicioso de políticos corruptos, sin sensibilidad social sin don de servicio, no desean ver el pueblo con las mínimas necesidades básicas satisfechas, sino untados de lodo hasta el cuello.

Con el dinero que durante todos estos años se han gastado en la ayuda a los damnificados de la zona sur oriental de Cartagena y los que habitan en las estribaciones de la Popa y la Loma del Marion ya hubiesen podido construir un mega proyecto habitacional tipo Ciudadela Colsubsidio (en Bogotá) con condiciones de vidas aceptables y trasladar allí todas esas familias que viven en la orilla de la Ciénaga de la Virgen y hasta sobraría dinero. Igual con todo el dinero gastado en jarillones, diques, terraplenes y obras de mitigación y ayuda humanitaria en el Sur de Bolívar y la Mojana, se habría podido dragar el río Magdalena desde Honda hasta su desembocadura en Bocas de Cenizas y sobraría dinero.

La mayor resistencia y obstáculo a la solución definitiva del problema, es la clase dirigente corrupta de este país que necesita de la corrupción para seguir robando y oprimiendo a los necesitados que solo durante el calendario electoral hacen presencia en estas comunidades prometiendo lo que no cumplen pero con un objetivo claro, el de obtener los votos para posteriormente desangrarles el dinero que les pertenece a los Colombianos; más evidenciado para donde con el carrusel de la contratación con los Nules. ¡Vergüenza Propia de los Colombianos!